PRÓLOGO
UN
PUÑADO DE CEREZAS
LOS
ONUBENSES ILUSTRES DE FELICIANO ROBLES
Hay
cosas que sólo se hacen por amor. En este caso no es el amor al
lugar de nacimiento, es decir, a lo que los antiguos llamaban
“patria”: hermosa palabra que procede de “padre” y con la que
los romanos designaban la tierra a la que humanamente pertenecían.
Hoy la empequeñecemos con el apelativo de “patria chica”, como
si lo chico fuera menos importante que lo grande. Cantar los hechos
de la patria, decía Ovidio, es una piadosa labor. Miguel Ignacio
Pérez Quintero, el ilustrado de Trigueros, puso esa frase como lema
al frente de su libro La Beturia vindicada: “Et pius est Patriae
facta referre labor”. Pero la provincia de Huelva no es la patria
de Feliciano Robles, el autor de este libro, porque él nació en El
Torno, un pueblo del Valle del Jerte, en Cáceres, aunque le unen a
Huelva vínculos sentimentales que le empujan a esto: a recopilar y
ordenar un conjunto de biografías de onubenses del siglo XX que él
llama “ilustres” y a ofrecerlo al público lector como un
recordatorio de lo mucho y bueno que se ha hecho aquí.
Tampoco
Feliciano es historiador, ni su formación llega por esa vía. Se ha
dedicado durante muchos años a la docencia en materias tecnológicas
y sólo por afición y por curiosidad intelectual ha cursado
finalmente la carrera de Filosofía y Ciencias de la Educación, como
él mismo recoge en su currículum. En realidad, no es el trabajo de
historiador lo que le trae hasta aquí, sino su meticulosa labor de
rastrear en las redes los datos disponibles de los personajes de que
aquí trata y convertir a éstos en piezas de un rompecabezas. El
objetivo final es componer una imagen: la provincia de Huelva vista a
través de algunos de sus protagonistas. Creo que lo ha conseguido.
No
sé por qué Feliciano me ha pedido este prólogo. No nos conocemos
ni nunca nos hemos visto. Pero, ahora que tengo esta oportunidad,
quiero decir que personas como el autor de estas páginas deben
animarnos a seguir trabajando por la memoria de nuestro pasado: de
los hechos, pero también de los nombres y de las historias que hay
detrás de ellos. Él lo hace y, como es agradecido, siente la
gratitud debida hacia todos aquéllos que lo han antecedido y han
estudiado estos personajes que él ha encontrado en la red, y con
cuyas informaciones se ha hecho este libro. Eso es lo más
significativo: que, aunque es Feliciano el que ha dado forma a este
libro, realmente se trata de una obra coral, en la que ha habido
muchas manos y donde muchos reconocerán su trabajo y sus horas.
Decirlo así es de justicia.
Sobre
la lista de personajes “ilustres” hay poco que decir. Cada uno
tiene la suya en la mente y cada cual tiene derecho, en su fuero
interno, a poner o a quitar a su entero gusto. Como decía Cervantes
en el prólogo de la primera parte de El Quijote, “debajo de mi
manto, al rey mato”. Debajo de mi propio manto, yo también pondría
y quitaría, naturalmente. Pero ésta es la lista de Feliciano Robles
y, como tal, sale a la luz. Como es trabajador incansable, según he
podido ver, seguirá añadiendo, corrigiendo y matizando lo que aquí
presenta, de manera que su obra es también una obra en marcha. El
autor ha puesto en ello su ilusión, su tiempo y su esfuerzo y no
queda más que agradecerle a este onubense de adopción lo mucho que
pone a diario para ilustrar y dar lustre a sus –ya– paisanos de
este rincón peninsular.
Permítanme,
lectores, un símil previsible. Siendo Feliciano natural del Valle
del Jerte, no me he podido resistir. Disfruten y gusten de este
puñado de cerezas. En el fondo, este conjunto de biografías es una
red intrincada de relaciones interpersonales. En eso, decía Norbert
Elias, consiste precisamente la sociedad. Este libro, por tanto, es
como un cesto repleto de cerezas: sólo hay que coger una para que,
inevitablemente entrelazadas, se nos vengan todas las demás.
Manuel
José de Lara Ródenas
Universidad de Huelva
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